Cuándo yo me di cuenta fue un día que me tocó la puerta la desilusión. La dejé esperando afuera..e insistió y tocó timbre. Pasaban los días y me dejaba cartas, y no me daba cuenta que si no la dejaba pasar después iba a entrar de golpe y desesperada. Pero no me importaba porque del otro lado de la puerta ya había dejado pasar a la esperanza, que todavía estaba presente, y creía en ella ciegamente. Hasta que me cansé de escuchar el timbre, tomé coraje, le abrí la puerta, porque me sentía preparada para afrontarla, pero en ese momento que la puerta quedó entreabierta la esperanza se escapó por miedo y me dejó sola con la que ignoré por un tiempo que ahora estaba enojada y se quería hacer escuchar.
Que desgraciada esta esperanza, y yo que creía que era la última que se perdía.
Me dió una charla sobre el amor propio y el dejar ir. Me dijo todo lo que no quería escuchar, pero que sabía que tenía razón. Agregó, que a veces, no solo yo, solemos estancarnos en un pozo de fantasía, dónde el agua es color de rosa, los vapores son calientes y su molde hecho de algodón. Pero a lo largo del tiempo, el agua se torna marrón y se enfría y esa fantasía que vivíamos nos aleja de la realidad y nos convierte en necios. Y que creemos que pertenecemos a ese pozo, que nada tenía que ver ya con el del comienzo, porque el tiempo lo había hecho un hogar.
Y qué, al fin y al cabo la única manera de salir de allí, era empezar a sentir frío y ver que no había ningún abrazo al alcance, llenarse de rabia y caer en la realidad.
Y que yo ya me había dado cuenta y que debía salir.
Sin saber muy bien por qué le hice caso.
Y una vez ya fuera del agua sucia, tiritando, abrazando mi propio cuerpo, siento unos brazos que me rodean, brazos frígidos y con ciertos aires de impasibilidad.
Era ella, la desilusión.
Me abrazaba, así sin más.
El peor de los sentimientos y al que siempre le tuve miedo de repente no parece tan grave y lo que pensaba como enemigo ahora me contenía.
Me relajé y me dejé llevar, porque lo entendí necesario y a su vez pensé que ese abrazo era el empujón que tanto necesitaba, para saltar del agua y seguir caminando.
[No juzguemos a los sentimientos, no les tengamos miedo. Quizá haya mas de uno escondido detrás de esos telones, que llamamos temores, esperando a darnos ese abrazo que nos haría abrir los ojos]
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