Con dos copas de tinto y una inmensa culpa brindé, bah, brindamos, él y yo; El diablo y yo.
“No cuenta como infierno si te gusta como quema” leí en algún lado. Entonces me senté en el fuego, me froté las manos y gocé. Por un momento cambiamos de roles, él recitó mandamientos y yo me reí de sus desgracias. En esos minutos reveladores, aprendí.
No está mal ser diablo por una noche, mientras que el calor de las llamas no derrita los valores.
-Ya, dámelo -dijo él, tendiendo la mano. -¿qué? Le respondí, con el tridente en el regazo.
Con la vejiga llena de vino me despedí, eructé el desasosiego y resoplé pesadumbre.
La memoria se tambaleó o bailó y el vacío se instaló otra noche, para amanecer al día siguiente en forma de resaca.
No está mal ser diablo por una noche, mientras que el calor de las llamas no derrita los valores.
-Ya, dámelo -dijo él, tendiendo la mano. -¿qué? Le respondí, con el tridente en el regazo.
Con la vejiga llena de vino me despedí, eructé el desasosiego y resoplé pesadumbre.
La memoria se tambaleó o bailó y el vacío se instaló otra noche, para amanecer al día siguiente en forma de resaca.
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